Patentado por Abraham-Louis Breguet en 1801 por un periodo de diez años, el torubillon es uno de los grandes avances de la alta relojería del que no se beneficia únicamente Breguet, sino que otros muchos fabricantes han decidido incorporarlo en sus mecanismos como una complicación que añade precisión. Al cumplirse 220 años de su invención, Breguet ha montado una exposición en la joyería Rabat (C/ Serrano, 26 de Madrid), que podrá verse hasta el día 25 de noviembre, con varias piezas de la manufactura suiza que emplean este importante avance.

 

Por sus reducidas dimensiones y liviano peso (entre 0,2 y 0,8 gramos), este mecanismo está considerado como una de las mayores complicaciones de todos los tiempos, y es el resultado de diversas observaciones físicas, Inicialmente se empleó en relojes de bolsillo, lo habitual en aquella época, y en el siglo XX se trasladó esta innovación a los relojes de pulsera.

 

Este delicado mecanismo se emplea para compensar el efecto de la gravedad sobre el funcionamiento del movimiento cuando se encuentra en reposo, realizando una rotación completa de la jaula cada minuto, puesto que está conectado al segundero, de manera que la fuerza de la gravedad no se concentra sobre el conjunto volante/escape y funciona con mayor precisión.

 

El tourbillon desarrollado por Abraham-Louis Breguet (1747-1823) hace 220 años sigue estando igual de vivo, aunque su patente se remonta al 26 de julio de 1801, o el 7 de mesidor del año IX, como fijaba el calendario que entonces se utilizaba en una Francia que acababa de asistir a una revolución determinante en su historia.

 

Obligado a regresar a su país natal en 1793 para protegerse de los excesos de la Revolución Francesa, Breguet vivió dos años en Suiza, concretamente en Ginebra, Neuchâtel y Le Locle. Fue un retiro saludable, un período de intenso trabajo intelectual y de intercambio con los relojeros suizos, tanto los de Ginebra como los del Jura de Neuchâtel. A su regreso, sus reflexiones contribuyeron a dar un segundo impulso, realmente deslumbrante, a su carrera.

 

En los cinco años posteriores a su regreso a París, que tuvo lugar en la primavera de 1795, la Maison presentó a su clientela, ya internacional y cosmopolita, productos innovadores como el reloj de tacto (que permite leer la hora mediante el tacto), el péndulo simpático (en el que un péndulo pone en hora y regula un reloj colocado en la parte superior), el reloj de suscripción (asombrosamente minimalista), un nuevo escape denominado ‘de fuerza constante’ y un nuevo dispositivo llamado ‘regulador de Tourbillon’.

 

La Maison Breguet, que siempre ha mantenido con esmero las piezas producidas por su fundador, produjo en los años 20 y 50 del siglo pasado algunos nuevos relojes de bolsillo con Tourbillon. Solo unos pocos conocedores fueron informados. A partir de ahí empezó un renacimiento tan inesperado como fulgurante. Concebido para los relojes de bolsillo, que por lo general se llevaban en posición vertical, el invento de Abraham-Louis Breguet reapareció en los años 80 en la reducida caja de los relojes de pulsera, mucho menos sensibles a la atracción terrestre. ¡Qué paradoja! Desde entonces, el éxito no ha cesado y conquista cada año nuevos territorios. Si bien el aumento de la precisión ya no es la ventaja principal del Tourbillon, el aficionado actual aprecia en él la belleza de un proceso revolucionario (en todos los sentidos) que 220 años después sigue hablando al espíritu humano.

 

En la exposición sobre el Tourbillon en Rabat pueden contemplarse piezas como el Breguet Classique Tourbillon Extra-Plat Anniversaire 5365, una edición limitada de tan solo 35 piezas para celebrar los 220 años de este importante avance en el mundo de la relojería, el Breguet Classique Tourbillon Extra-Plat Squeletton 5395, un Classique Tourbillon Messidor 5335, un Marine Tourbillon Équation Marchante 5887 y un Classique Tourbillon Extra-Plat Automatique 5367.

Compartir en:

VidaPremium te recomenienda

Recibe

Cada semana en tu correo

Quiero mi Newsletter

Lo más leído hoy