Es la respuesta de Mercedes-Benz al empuje de los Audi Q5 y BMW X3, los gallitos del segmento de los todo-camino ‘Premium’ de tamaño medio.
Ciertamente, la marca de la estrella de tres puntas ya disponía de un modelo de ese segmento, pero las formas angulosas del GLK no acabaron de cuajar entre el público y decidieron diseñar un modelo totalmente nuevo, basado en la magnífica plataforma de la berlina Clase C y desarrollarlo en paralelo con ella.
El nombre del GLC obedece a la decisión de la marca de la estrella de reservar las siglas ‘GL’, del alemán Geländewagen, a sus modelos de todo terreno, y hacer coincidir la letra siguiente con la de su berlina equivalente, en este caso la ‘C’.
El GLC saldrá al mercado a finales de septiembre de este año, dos años más tarde que la berlina Clase C. Un retraso que, en la propia firma, consideran elevado aunque ha sido invertido en exponer las nuevas claves de diseño de la firma, conjugando el máximo de confort  de conducción, dentro y fuera de carretera, con un bajo coeficiente aerodinámico (CX) de 0,31, el mejor de la categoría, y una elevada eficiencia energética.
  Atractiva y bien proporcionada, la carrocería, vista de frente, sigue las pautas ya vistas en los GLA y GLE, aunque, la zaga recuerda la de modelos la competencia, como Audi Q5 o Porsche Cayenne. Mide 4,65 metros de largo, 1,89 de ancho y 1,63 de alto, por lo que es más alto, más ancho y más bajo que el GLK anterior, que medía 4,52, 1,84 y 1,68 metros respectivamente. 
El habitáculo es muy espacioso, aunque el gran túnel central invade parte del espacio de las piernas de los pasajeros delanteros, cuyas rodillas han de apoyarse en los laterales mullidos de la consola. Los relojes son de fácil lectura, con la información del ordenador de a bordo visible entre ellos, complementada por la útil pantalla de proyección de datos en el parabrisas ‘Head Up Display’.
El centro del salpicadero está presidido por una aparatosa pantalla fija, tipo tableta, de 7,0 pulgadas. Sorprende que no sea del tipo táctil, pues se maneja por medio del ‘Command Media System’, una rueda sobre la consola central. Su uso no es tan intuitivo como el sistema ‘MMI’de Audi o el ‘iDrive’ de BMW, aunque uno se acostumbra en poco tiempo a manejar el navegador, la conexión con el teléfono inteligente, los sistemas de entretenimiento o los ajustes del vehículo.
Las plazas traseras también son amplias, con un espacio para las rodillas que ha crecido en 36 milímetros y una holgada distancia al techo pero, como es habitual, el pasajero central deberá colocar sus piernas a ambos lados del gran túnel de transmisión. La capacidad del maletero es de 550 litros, una cifra idéntica a la del BMW X3 y poco más grande que la del Audi Q5, una muestra más de hacia dónde apunta la marca de la estrella.   
Llega con un único bloque turbodiésel de 2.1 litros, con cuatro cilindros y dos niveles de potencia: 220d, de 170 CV y 250d, de 204 CV. Curiosamente, ambos propulsores homologan las mismas cifras de consumo y emisiones: 5,0 litros cada 100 km y unas emisiones de dióxido de carbono (CO2) de 129 g/km, cifras más propias de un utilitario que de un SUV de tamaño medio.
La transmisión es común para ambas motorizaciones, se trata de una tracción integral permanente 4MATIC con caja de cambios automática 9G-TRONIC de nueve velocidades y gran suavidad de funcionamiento. Ha sido desarrollada por la propia marca y se maneja con una palanquita situada a la derecha de la columna de dirección. El reparto de par es siempre el mismo: un 45 por ciento a las ruedas delanteras y un 55 por ciento a las traseras.
Hacia finales de este año llegará el GLC 350e 4MATIC, provisto de un sistema híbrido enchufable compuesto por un motor de gasolina de 211 CV y otro eléctrico de 116 CV, capaz de circular hasta 34 kilómetros con energía eléctrica exclusivamente.
Tradicionalmente, Mercedes-Benz se ha caracterizado por desarrollar vehículos confortables. El GLC no decepciona en ese aspecto, pues conducir cualquiera de las dos motorizaciones es una experiencia muy placentera por el aplomo, seguridad y la ausencia de vibraciones. Gracias a las nueve relaciones de la caja de cambios, los turbodiésel son totalmente silenciosos incluso a velocidades que, si las midiéramos en España, nos conducirían directamente a prisión, pues a 220 km/h, en novena velocidad, giran a sólo 3.000 rpm. Afortunadamente, esta prueba la realizamos por las Autobhan alemanas, sin límites de velocidad.
Ambas versiones pesan 1.770 kilos, 80 menos que el GLK, gracias a su plataforma más ligera y el uso de aluminio en su construcción. La diferencia de potencia de 34 CV entre ellas no es apreciable sin un cronómetro en mano; estando muy atentos, solo notaremos una ligera mejora al realizar algún rápido adelantamiento o acelerando fuerte a la salida de las curvas más cerradas.
Junto al sistema de control dinámico ‘Dynamic Select’ de serie, con cinco programas: ECO, COMFORT, SPORT, SPORT+ e INDIVIDUAL;  la suspensión de muelles se puede complementar opcionalmente con la suspensión neumática ‘Air Body Control’, una opción totalmente recomendable que ajusta la altura de la carrocería y el tarado de la amortiguación, en función del tipo de conducción.
Fuera de carretera es donde el GLC muestra sus mejores armas. Equipado con el paquete opcional “Offroad” y la suspensión neumática, ofrece cinco modos de conducción, seleccionables mediante un mando en la consola: ‘Offroad’, ‘Incline’, ‘Rocking Assist’, ‘Slippery’ y ‘Trailer’. En cada uno de ellos se modifica la altura de la carrocería, hasta llegar a los 225 milímetros del modo “Incline”, en el que queda bloqueada la primera velocidad para lograr la máxima tracción y retención, activándose también el control de descensos “DSR”. Así lo probamos, no sin cierto temor, subiendo y bajando por una rampa del 80 por ciento de desnivel.
El GLC salió airoso de todas las torturas, entre ellas una en el que dos de sus ruedas se quedaban en el aire, demostrando la asombrosa capacidad de la electrónica para, sin necesitar reductoras ni bloqueos mecánicos, avanzar sin problemas, siguiendo los pasos de cualquier 4x4 clásico.
El precio es de 47.900 € para el GLC 220d y de 49.900 € para el GLC 250d; una diferencia de solo 2.000 € que un servidor invertiría en alguna de las numerosas y costosas opciones, como la del paquete ‘Offroad’.
Félix Ponce de León (Estrasburgo) – www.vidapremium.com 
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