Cien años, todo por contar y otros tantos por delante con todo por escribir. Así celebra la firma italiana Colmar su centenario, una empresa que nació en la ciudad industrial de Monza en 1923 con una pequeña tienda de sombreros y que se ha convertido en un referente con el sello ‘Made in Italy’ en ropa de montaña y urbana.

 

Este estilo contiene decenas de historias extraordinarias, a menudo poco conocidas, que casi siempre tienen rasgos comunes. Son historias de familias, intuiciones, trabajo y visiones mezcladas con manos que cosen, que inventan poner la tela equivocada en el lugar correcto, que utilizan planchas como si fueran varitas mágicas, túneles de viento como si fueran aceleradores de partículas.

 

La historia de Colmar procede de esta matriz y ha definido a lo largo de los años un carácter, una identidad y una imagen de excelencia italiana, hecha de innovación técnica y tecnológica, de estética estilística y funcional, que conecta el panorama de la montaña con el estilo de la ciudad.

 

Comenzó hace 100 años, precisamente el 31 de octubre de 1923 en Monza, a las afueras de Milán, en aquella época uno de los distritos manufactureros más importantes de Europa para la producción de sombreros de lana. Tras casarse, Mario e Irma Colombo decidieron abrir una pequeña empresa de sombreros y, con una brillante intuición, empezaron a utilizar conos de fieltro de lana defectuosos para producir polainas, en aquella época un accesorio fundamental para la ropa masculina. El nombre, Colmar, nació casi por casualidad de las siglas de Mario Colombo y pronto se convirtió en un signo reconocible y distintivo de su trayectoria.

 

Con la década de 1930, Colmar se convirtió a todos los efectos en una empresa de confección, comenzando a producir principalmente monos de algodón para obreros de fábricas y empleados de gasolineras. Fue también en esos años cuando se produjo el encuentro con el primer atleta que cruzó la historia de Colmar, sentando las bases de lo que se convertiría en una profunda y continua colaboración con el mundo del esquí. Leo Gasperl, austriaco nacionalizado italiano, plusmarquista del esquí de velocidad en 1932, precursor de la técnica del esquí paralelo y celebridad absoluta en su campo, hasta el punto de convertirse más tarde en el profesor de esquí de personalidades como Anita Ekberg o Vittorio Gassman. Para él, Colmar diseñó el futurista Thirring, una especie de abrigo de lona que se hinchaba para darle aspecto de murciélago. Es el comienzo de lo que será y sigue siendo un rasgo distintivo de la empresa: la conexión continua con los atletas y campeones de esquí alpino del momento, cuyas sugerencias e ideas aprovecha Colmar para crear productos dedicados con prestaciones cada vez más elevadas.

 

Es lo que ocurre con la Olimpionica, el primer anorak que utiliza popelín y diseñado específicamente para el deporte, pero es la Guaina Colò la que marca definitivamente un momento de transición. Tras un periodo en el que la empresa se encontró también produciendo chaquetas safari para la Legión Extranjera (después de haber ganado, casi en broma, una licitación para su producción a su paso por Marsella), sucedió que gracias a un amigo de la familia la empresa se vinculó en una relación que duraría casi 50 años (hasta 1992) con la FISI (Federación Italiana de Deportes de Invierno). Corrían los años 50, Irma se quedaba sola con sus hijos tras la prematura muerte de Mario y, gracias al trabajo de la empresa para el equipo de esquí italiano, conoció al segundo campeón que cambiaría la historia de la empresa. Zeno Colò es el primer italiano que gana el descenso en los Campeonatos del Mundo y también el primer campeón mundial de la historia en eslalon gigante, disciplina que se introdujo en ese mismo evento, en 1950 en Aspen. Zeno manifestó la necesidad de llevar una prenda de mayor rendimiento que la chaqueta utilizada hasta entonces, y entonces Irma tuvo la brillante intuición de utilizar uno de los primeros tejidos elásticos, hasta entonces empleado para vientres y corsés femeninos, cosiéndolo a los lados de la chaqueta e inventando de hecho la Guaina Colò, perfectamente ajustada y aerodinámica.

 

En los años 70 ocurrió algo inesperado y maravilloso. El esquí italiano se convirtió en uno de los mejores del mundo y nació la leyenda de la Valanga Azzurra. Los nombres pasaron a la leyenda: Gros, Thoeni, Stricker, Schmazl y Pietrogiovanna. Colmar sigue a la selección italiana a través de una serie de increíbles innovaciones técnicas: los trajes se prueban en los túneles de viento de Fiat y Moto Guzzi, las fibras proceden de la investigación del Politécnico de Milán. Nace la legendaria ‘Ceffa’, la chaqueta del  Eslalon Gigante, cuyas características estéticas y técnicas entrarán en la historia de la empresa y se convertirán en el símbolo de la Valanga Azzurra. Mientras tanto, además de expandirse como empresa, Colmar también se expandió como familia: Angelo y Giancarlo se casaron y tuvieron hijos, por lo que en 1972 se incorporó a la empresa el actual presidente.

 

La tercera generación vio cómo un nuevo fenómeno estallaba ante ellos: a partir de 1986, la estrella emergente del esquí italiano, Alberto Tomba, se convirtió en una superestrella internacional. Al mismo tiempo, Debora Compagnoni se convierte en una de las esquiadoras italianas con más victorias, dieciséis de ellas en la Copa del Mundo. Gracias a ellos, Colmar adquirió una visibilidad internacional que le abrió nuevos mercados y posibilidades.

 

En aquellos años se crearon varias prendas icónicas: la chaqueta Bormio, confeccionada para celebrar los Campeonatos del Mundo organizados en la localidad de montaña del mismo nombre, confeccionada con múltiples capas, inserciones de piel y mangas desmontables; en los 90 llegó la Tecnologic, una chaqueta con personalidad disruptiva, color block, parte de una colección que rompía el molde de lo clásico y llevaba el pop a la nieve. También de aquellos años dorados son el cambio de logotipo, del sello a las letras acompañadas de un estilizado copo de nieve, el inolvidable e inolvidado eslogan ‘En caso de nieve’, y las futuristas campañas con esquiadores sobre pirámides y rascacielos emitidas por televisión junto con el patrocinio de carreras de esquí.

 

Los años siguientes consolidaron la presencia de Colmar no solo en el mercado, sino también junto a importantes equipos de esquí: en 2011 comenzó la colaboración con la Federación Croata de Esquí y la precisión de Ivica Kostelic, que ese año ganó todo, incluido la Copa del Mundo. Tras la croata, se juntan a Colmar la Fédération Française de Ski, con la que se ganó la segunda Copa del Mundo en 2021 gracias a Alexis Pinturault, y la Federación Eslovena.

 

En la década de 2000, la ropa técnica ya forma parte de la rutina diaria de todos, y en 2009 Colmar inaugura la línea Originals, que interpreta la experiencia y la cultura de la empresa en clave urbana y de estilo de vida. Es el regreso de la ya icónica etiqueta roja y azul descatalogada en 1985, pero también la reedición de prendas emblemáticas que tienen tanto éxito que llevan a la apertura (hasta la fecha) de 17 tiendas insignia directas en Italia y Europa.

 

La marca Colmar Originals también ha visto surgir importantes colaboraciones en los últimos años: con la escuela Vogue Talent y los artistas pop Van Orton, por ejemplo, mientras que 2018 vio la creación de una colección en colaboración con Shayne Oliver, el director creativo de Hood by Air, una de las marcas underground más interesantes de Nueva York, inspirada en la cultura del salón de baile y el primer proyecto que combina música, streetwear y lujo. En 2019, Colmar recurre a Yusuke Aizawa, director creativo de la marca White Mountaneering, con sede en Tokio, que se ha convertido en una leyenda por trabajar en una increíble mezcla de outdoor y lujo. En 2020, se presenta la tercera colaboración. Esta vez se trata de Morteza Vaseghi, que junto con Elise By Olsen es cofundador de las revistas Recens y Wallet. Enfoque literario y deporte se combinan en una colección con espíritu de investigación y vanguardia.

 

Mientras tanto, la cuarta generación empieza a entrar en la empresa con Stefano Colombo, hijo de Mario, Roberta Colombo, hija de Giulio, y Riccardo Vago, hijo de Laura. Se introduce el control total de la cadena de suministro y los procesos de producción. La cuestión de la sostenibilidad se aborda mediante un gobierno muy cuidadoso de los proveedores y subcontratistas extranjeros con los que se establecen relaciones directas. El resultado es un conocimiento milimétrico de toda la dinámica de producción, desde los tejidos hasta las prendas, que permite un control constante no sólo de los estándares de calidad, sino también del cumplimiento de las normas éticas que siempre han sido el alma de la empresa. Entre las opciones en las que se ha centrado la sensibilidad de la empresa hacia la sostenibilidad se encuentran el teflón Eco-Elite, la guata Thermosoft y el grafeno, por citar sólo algunas. 

 

De este modo, el diseño, que se realiza íntegramente en la sede de Monza, permanece en el centro de cada actividad y el producto, sus características tecnológicas y estéticas, siguen transmitiendo la historia y la cultura de la empresa. Exactamente como en los tiempos de Mario e Irma.

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